martes, 13 de agosto de 2013

¿Debemos Llamar a Dios 'Padre'?




Desde hace unos 40 años, ha surgido una fuerte presión por cambiar nuestra manera de llamar a Dios.  Se argumenta que llamar a Dios, “Padre” (o por alguna designación masculina), es excluyente a las mujeres.  Los proponentes de estas ideas afirman que se le debe llamar por un nombre neutral, evitando así asignar a Dios el género masculino.

Las ideas que subyacen estos argumentos son humanistas.  Los promotores dan a entender que la terminología bíblica (que es indudablemente masculina) refleja
la cultura paternalista y machista en la cual fue escrita la Biblia.  Según ellos, es tiempo que la teología se actualice, y deje de presentar a Dios en términos masculinos.  En su lugar, se debe hablar de Dios en términos inclusivos, que reflejen ambos géneros, y no sólo el masculino.

Ante esta situación, varias iglesias Protestantes (al igual que algunos sectores de la Iglesia Católica) han buscado nuevas formas de hablar de Dios.  Esto ha influenciado hasta las Sociedades Bíblicas, que han impreso Biblias ‘inclusivas’, en las que se evita usar terminología masculina de Dios.

¿Qué podemos decir frente a esta tendencia en el mundo actual?


1.  Nomenclatura Masculina no es una Invención Humana

Decir que la designación masculina de Dios refleja la cultura de los autores bíblicos pasa por alto totalmente el concepto de la revelación divina.  La forma de hablar de Dios en la Biblia, no viene de los autores humanos, sino del Espíritu Santo quien reveló las Escrituras.  Llamamos a Dios, “Padre”, no porque deseamos promover ideas patriarcales o machistas, sino porque queremos respetar la manera en que Dios mismo se ha revelado.

La Biblia a veces habla de Dios en términos femeninos (Is 66:12-13; Oseas11:1-4).  Sin embargo, es interesante notar que la Biblia nunca describe a Dios con el término, “Madre”.  En esto el judaísmo y el cristianismo se distinguen de casi todas las religiones antiguas, que tenían figuras femeninas entre sus deidades. Por ejemplo, Astoret (en Canaan, 1 Rey 11:33), Isis (en Egipto), y Tiamat (en Babilonia).


2.  El Uso de Adjetivos Femeninos no Garantiza un Buen Trato a las Mujeres

Hoy en día hay varias culturas y religiones que veneran formas femeninas de la deidad.  Por ejemplo, en el hinduismo, existe un culto importante a la diosa Kali.  Sin embargo, ese culto a una forma femenina de la deidad no garantiza a las mujeres de la India un buen trato por parte de los varones.   En realidad, frecuentemente, los devotos de esa deidad son culpables de maltratar a sus mujeres.  Por consiguiente, es ilusorio pensar que simplemente cambiando la forma de hablar de Dios va a mejorar la condición de las mujeres en nuestra sociedad.  ¡Se requiere un cambio mucho más radical para lograr eso!



3.  Cristo nos Enseñó a Llamar a Dios “Padre”

Los evangelios indican que el Señor Jesús llamó a Dios, “Padre”.  Eso se debe a la relación interna entre las primeras dos personas de la Trinidad.  El Señor también enseñó a los discípulos a llamar a Dios, “Padre”, porque la relación de Padre-Hijo es una de las relaciones más íntimas e importantes que el ser humano puede experimentar.  Las mujeres en la iglesia no deben sentirse excluidas, por el uso de este término; más bien, pueden disfrutar la misma relación con Dios que los varones tienen.  Dios es Padre de ambos géneros, no sólo del varón.


4.  Dios el Padre es Creador 

En las religiones del Medio Oriente, algunas deidades son femeninas.  Los seguidores de esos cultos frecuentemente dan a entender que el mundo provino de la diosa madre.  Pero al hablar en esos términos, logran presentar al mundo como una extensión del cuerpo de la diosa, y no como algo separado de ella.  Llamar a Dios, “Padre”, evita tales malos entendidos, en cuanto a la doctrina de la creación.


Conclusión

Es tiempo de reflexionar seriamente, y defender la nomenclatura bíblica de Dios.  No lo hacemos por defender una postura machista, sino simplemente por respeto a la manera en que Dios se ha dignado revelarse a nosotros.




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